En busca del personaje (38). La cultura como terapia

Hoy toca domingo de personajes. Ya conocen ustedes que se trata de introducir pistas varias de cinco personajes en un texto, para adivinar de quiénes se trata. El texto no tiene otro valor salvo el de contener esas pistas. Así mismo, las fotos que le acompañan son también pistas de los personajes.

Los personajes de la última edición fueron: Concha Velasco, Natalia Rodríguez, Vicente Blasco Ibáñez, Santiago Ramón y Cajal y Daniel Vázquez Díaz. Acertaron Paco Piniella y Ángel Adanero.

Y aquí está el texto de la semana:

Era su centenario, su rostro desfigurado por los años no le habían quitado un ápice de romanticismo. En Japón la gente vivía más, por eso había emigrado allí hacía ya muchos años. Vivir, ese era su lema. Pintaba todavía, a pesar de que le temblaba el pulso y seguía escribiendo ensayos irónicos y despectivos sobre las cuestiones mundanas. Carlos había nacido en Polonia y de allí marchó a París donde residió durante años antes de ir a Italia y de allí a Japón. Su hermano se había dedicado al cine, ayudante de producción, recordaba todavía con orgullo cuando había visto su nombre en los créditos de Los siete magníficos. A diferencia de Carlos, Miguel Ángel había sido un hombre agresivo, mató en México a un policía y tuvo que huir, hasta que le encontraron en Tobago oculto en casa de un músico, pianista e investigador de los ritmos caribeños,  entre ellos el calipso, el mambo y el danzón. Cuando le descubrieron optó por suicidarse.

Se había relacionado con científicos, jugadores de cartas. Había vivido casi de todo. Hasta la muerte de un hijo, Fede, que había sido submarinista, fue un luchador a ultranza contra la contaminación marina. Se lo llevó la tuberculosis. Su gran amor perdido le hizo convertirse en un trotamundo, no llegó a encontrar nunca un sitio estable, esos aires de familia tan necesarios, hasta que llegó a Japón. Allí había pasado de ser un personaje nocturno a vivir de día, de gustarle los ritmos modernos a escuchar a Schumann o a Liszt…

Pues nada más, ahí queda eso, esperando que ustedes, mujeres y hombres sapientísimos encuentren los cinco personajes.

Salud y República